"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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El terceto encadenado

EL TERCETO ENCADENADO Definición de tercetos encadenados. Son un tipo de tercetos muy usado en la poesía culta en castellano. Se caracterizan por el modo en que se suceden las rimas. En efecto, el primer verso de cada estrofa rima con el tercero, y el segundo de esa estrofa rima con el primero y el tercero de la estrofa siguiente. ABA BCB CDC DED…, etc. Así continúa el poema hasta llegar al final, donde se cierra con un serventesio: YZYZ Ejemplos de tercetos encadenados. Vicente Espinel CARTA El aspereza, que el rigor del cielo A usa conmigo en soledad tan larga B llena de llanto, falta de consuelo, A hace que tenga por pesada carga, B la que por dulce vida un tiempo tuve, C y ahora me parece muerte amarga. B Mientras con la esperanza me entretuve, C y al corazón de tu favor hambriento D con la palabra dada, y fe mantuve, C viví, señora, con algún contento, llevando el gusto de uno en otro engaño, causa del mal que ahora paso, y siento. Porque llegado el duro desengaño, cuanto fue en mí mayor la confianza, fue mayor la ocasión del grave daño. Nunca pude entender que en esperanza, que fue engendrada en tan divino pecho pudiera haber un punto de mudanza. Algunas ocasiones lo habrán hecho, que siempre el hado que en mi mal se ensaya busca mi daño, aparta mi provecho. O porque esta desierta, y seca playa no debe ser merecedora, y digna, que tanto bien en sus riberas haya. ¿Que fuera ver esa beldad divina adornado este soto, y su ribera con esa luz a quien el sol se inclina? Viéramos en invierno primavera, y el seco, estéril, y agostado estío de flores coronado se ofreciera. Duélete el ecesivo dolor mío, y ver que con mi triste, y lamentable llanto crecen las aguas deste río. Cumple divina Ninfa la inviolable palabra, que me diste, que no pienso que pueda haber en ti cosa mudable. Ven ya ¡Célida mía! y del inmenso mal que padezco (si te agrada, y place) la ocasión sentirás más por extenso. Y si esta tierra no te satisface, satisfágate esta alma donde vives, que en tierno llanto el corazón deshace: Y si en otro lugar gusto recibes que venga haber efecto este concierto, ¿por qué razón señora no lo escribes? Quién estuviera satisfecho, y cierto de un sí, que en esa boca tanto vale, que basta dar la vida a un hombre muerto. Si el fuego vivo, que del alma sale a tu valor, y gran merecimiento, sin ser posible quieres que se iguale, Ya ha hecho lo que puede el pensamiento, pues se subió hasta abrasar las alas en la esfera del más alto elemento. No eres tú, Ninfa, la Belona, o Palas cuyo propio ejercicio es hacer guerra, que en la divinidad sola le igualas: Eres ángel, o dama, en quien se encierra el valor, discreción, y hermosura, que puede desearse acá en la tierra: Mas no vivas contenta, y tan segura con ser en suma perfección hermosa, que eceda a la prudencia, y la cordura: Porque eres obligada a ser piadosa, y ese don que te dio naturaleza no usarlo siendo tibia, y desdeñosa: Que pasa el tiempo al fin por la belleza, y a veces suele dar cruel venganza del rigor, el desdén, y la aspereza. Y la que de belleza más alcanza ha de considerar, que está sujeta a su costumbre, y natural mudanza: No hay perfección de dama tan perfecta que contra el tiempo pueda ser constante que todo lo aniquila, y lo sujeta. Llega la enfermedad, y en un instante la divina beldad deshace, y borra de la más libre, altiva y arrogante. Que es de tal condición, que no se ahorra con blancas manos, ni cabellos de oro, por más que en su favor la suerte corra: Pues ya el dulce parlar, y aquel tesoro del cuello altivo, y cristalina frente, con que a la gravedad guarda el decoro, La fina grana, y el ebúrneo diente los dos carbuncos, y aguileña plata, los claros rayos del dorado Oriente, Por todo pasa, y todo lo arrebata, y si en flor no lo coge su fortuna, la antigüedad del tiempo lo maltrata. Así, señora, que si cosa alguna no puede ser que sin mudanza viva en cuanto está debajo de la Luna, Cordura me parece que la altiva, y vana presunción se deje aparte el desdén fiero, o condición esquiva. Y no quieras tener el avisarte por libertad, y atrevimiento loco, que no ha sido mi celo disgustarte: Mas es materia general, que toco en que las diosas Venus de la fama se vienen deslizando poco a poco. ¿Por cuanto no querrá la grave dama, que desdeñó al galán por vanagloria viéndolo arderse en su divina llama, Que de sus daños lleva la vitoria, cuando la venga a ver marchita, y seca, y lo pasado traiga a la memoria? Bien se yo, que si en este caso peca todo el universal de damas junto, esta costumbre en ti se muda, y trueca, Que tu ser, y valor puesto en su punto te obliga a ser benigna, afable, y mansa, y no tirana a un corazón difunto. Con la imaginación desto descansa el alma triste que contigo llora, y en la furia mayor su llanto amansa. Yo quedo cierto, y satisfecho ahora, que tengo de gozar tu alegre cara que al fin darás la vida a quien te adora, y en servirte una vida, y mil gastara. (los cuatro versos del serventesio que cierra los tercetos encadenados). No podía faltar la elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández: ELEGÍA (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería). Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento. a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irán a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.

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